Perderse en Monte Perdido
(Octubre-2011) Parar. Tomarse tiempo para respirar. No pensar. Observar, y no tan sólo ver. Sentir, y no tan sólo notar. Olvidarse de sí mismo y de los demás. Borrar las prisas y el día a día. Fundirse con el viento, con la luz y el sol. Abrir la ventana del Parador de Bielsa a primera hora de la mañana es encontrarse con un regalo de la naturaleza. Altivo e iluminado por la luz del sol nos mira el Monte Perdido desde su altura de 3.355 m. El día está claro, muy limpio, y los colores parecen pintados como en un lienzo. El azul del cielo es, simplemente azul, en una única tonalidad, sin matices y el verde de las hayas empieza a tornarse amarillo pero el verano está alargando y los colores de otoño se resisten a aparecer. La subida a la cascada del Cinca parecía más accesible desde el Parador pero la subida es pronunciada y constante y no estoy segura que realmente valga la pena pero seguimos subiendo, el calor aprieta aunque estemos ya en octubre. Dicen que la naturaleza puede transmit