Día 3: De los Ángeles al Gran Cañón parando en la ruta 66


Buenos días! 5 a.m. de nuevo.

Como va a ser imposible dormir de nuevo y tenemos un largo viaje por delante decidimos ponernos en marcha, y a las 6 de la mañana estamos con el coche cargado y listos para los 800 km que teníamos por delante.

Como no hemos desayunado, antes de salir de la zona de Santa Mónica nos paramos en una típica tienda abierta 24h. y compramos unos "dónuts", 2 capuchinos, algo de fruta, zumo de naranja y agua. Cuando vi que lo metía todo metido en una bolsa de papel típica de las películas, me hizo mucha gracia, así que cuando salí iba con mi bolsita de papel hasta los topes, con mis dónuts y mi capuchino para llevar. Todo muy americano, jeje, y si no mirad que pinta a las 6 y media de la mañana.





Bueno, ahora sí estábamos listos para la marcha. Pensábamos en un principio comprar la típica nevera de corcho para la ruta, pero de momento la descartamos ya que no hacía mucha calor. Ya veríamos más adelante.

Ya con nuestro avituallamiento nos ponemos en ruta. Es domingo y muy temprano, por lo que cruzar Los Angeles, que en otro horario y día puede suponer un ejercicio de paciencia encadenando atascos, se convierte en algo sumamente fácil. Las calles están vacías y el GPS nos guía estupendamente hacia la autopista dirección Kingsman, a 500 km, donde pararemos a comer.

El jet-lag empieza a hacer estragos, y desayuno capuchino con ibuprofeno y así el cuerpo reacciona.

Cuando salimos de Los Angeles el paisaje cambia rápidamente y se convierte a algo parecido a los Monegros en España, km y km de zonas medio desérticas y bastante aburridas, el desierto de Mojave. Las nubecitas super-blancas le dan el toque divertido al paisaje.


Hay algo que nos llama la atención por la cantidad de veces que nos cruzamos con ello. Aquí todo el mundo remolca alguna cosa. Enormes autocaravanas remolcando todo-terrenos, caravanas como trailers de grandes remolcando barcas, coches tipo rancheras remolcando motos... Pero estas imágenes eran continuas. Todo a lo grande!



Otro "típico americano" son los camiones enormes y preciosos con los que nos encontramos continuamente.


Vemos también los trenes de mercancías en los que es imposible distinguir el principio del final del tren, infinidad de vagones. Yo creo que algunos de ellos llevaban más de 100 vagones y, evidentemente, para arrastrar semejante peso necesitaban hasta de 5 máquinas para tirar de ellos. 

En el desierto de Mojave las gasolineras escasean y no es bueno apurar porque te la juegas. Así que, cuando el coche marcaba el depósito por debajo de 100 km, buscábamos gasolinera para no arriesgarnos. Esto fue una norma en todo el viaje y así no sufrimos en ningún momento. Además el GPS Sygic del móvil nos marcaba la gasolinera más cercana en ruta o fuera de ella, la verdad, perfecto.

En el área de servicio, más camiones, más moteros...



 ... y más banderas. Están por todos lados y de todos los tamaños.



Seguimos atravesando Mojave con las rectas inmensas y su aburrido paisaje.



Por fin llegamos a Kingsman sobre las 12 del mediodía y podemos estirar las piernas un ratillo. Nos vamos a ver la famosa locomotora Santa Fe. Enorme. Aquí todo es grande. No. Todo es MUY grande!

La locomotora Santa Fe hacía el recorrido Los Angeles - Kansas City y después de recorrer 2 millones de millas fue donada a la ciudad de Kingsman. Como podéis ver las dimensiones de la locomotora son inmensas.


Fijaos sólo en las dimensiones de las ruedas, increíble!

Después de quedar alucinados en la Santa Fe, nos damos una vuelta por un chiringuito motero, con todos los "tópicos" típicos americanos. El dueño de la tienda muy amable nos deja subirnos a la moto para hacernos las fotos. Sólo me falta la "chupa" de cuero! 



Y, como no iba a faltar la típica foto con el cartel de la Ruta 66. Típico pero imprescindible.

Este camión de helados con su musiquita, no sé por qué, me recordó al inicio de las series de psicópatas asesinos y me dio un mal rollo... (quizás debería dejar de ver tantas series tipo "Mentes Criminales" o "CSI")



Es hora de comer, y como hoy vamos de tópicos y típicos, hay que comer en Mr D'z (105 E Andy Dvine Ave), un restaurante sacado de los años 50 y, en el que en cualquier momento crees que entrarán Sandy y Danny Zuko de la película "Grease". Es precioso, con todos los detalles de la época y, además, comimos de fábula.





La comida estaba buenísima, quizás no era la más saludable del mundo ni la más light, pero rica de verdad. Los vasos de Coca-Cola yo creo que eran de 1 litro como poco y con los millones de calorías de la hamburguesa y hot-dog podríamos haber estado dos días sin comer tranquilamente (pero no lo hicimos).


Después de este "aperitivo" nos pusimos en marcha de nuevo hacia Seligman a 135 km. Desde Kingsman y hasta Seligman existe la posibilidad de recorrer la original ruta 66 en lugar de hacerlos por autopista, en un principio habíamos contemplado esta posibilidad pero al ser la ruta total del día tan extensa y cansada, y como queríamos llegar al Gran Cañón de día para ver atardecer, descartamos esta opción al ser la autopista mucho más rápida.

Hoy vamos de película en película, y si antes estábamos en "Grease" ahora estamos en "Cars". Seligman es un pueblecito montado por y para los turistas, pero es curioso de ver y divertido. Está lleno de tiendas de souvenirs, a cual más extravagante, y coches y artilugios de los años 50 decorando las entradas. Poco más. Pero es divertido, sobre todo si tienes hijos y eran fan de "Rayo Mc Queen"












 El interior de algunas de las tiendas de souvenir son del todo, raro, raro, raro... y están repletas de placas, llaveros, fotos y trastos hasta el límite, hasta una barbería tal cual era en los años 50!


Claro que, el exterior no es menos raro. Yo todavía no le he encontrado la lógica a la cabeza en el WC, o a un maniquí dentro una caseta de perro... Raro.


 Nos ponemos en ruta de nuevo hacia Williams y luego hacia el Gran Cañón. El tiempo amenaza lluvia y el cielo empieza a cerrarse. Queremos llegar al cañón antes que anochezca para ver la puesta de sol, pero si está nublado no podrá ser y, contra eso, no se puede luchar, aunque no perdemos la esperanza.

Llueve. Mantenemos las esperanzas.

A las 6 de la tarde llegamos al Gran Cañón. En la entrada compramos el Annual Pass por 80 $ que nos servirá para entrar en el resto de parques nacionales (excepto los de los navajo) y que dura un año.  El cielo, como podéis ver en la foto, no estaba como para ver atardeceres inolvidables, pero todavía había tiempo para que las nubes desaparecieran. Todavía quedaban esperanzas.



Entre el laberinto de carreteritas dentro del parque buscamos la que nos lleve hasta nuestro hotel el Bright Angel Lodge. Cuando reservé, miré también el hotel Tovar justo al lado, pero me parecieron desproporcionados los precios y el Bright Angel estaba en la misma zona cerca del Gran Cañón y era un pelín más barato. Nos dieron una cabañita bastante mejor de lo que esperaba, ya que las fotos de la web no le hacían demasiada justicia, era pequeñita pero agradable.





De camino al mirador del Gran Cañón nos cruzamos con unos simpáticos animalitos que tranquilamente pastaban por allí. Impresionantes las orejas, eh? jaja



El cielo continuaba muy cerrado y no nos iba a conceder el regalo de algunos rayitos de sol para nuestra satisfacción, pero yo no perdía la esperanza y me senté a esperar contemplando la inmensidad del espectáculo. 


Es impresionante la grandeza, las dimensiones, los colores... todos los sentidos se llenan de la magia del lugar. Cuesta asimilar toda esta magnitud, pero yo seguía esperando un rayito de sol.

Y... deseo concedido.

Un rayito. Eso sí, sólo uno y pequeñito, casi imperceptible, pero un rayito.



Después de esto, bye bye sol.

Aún nos queda el amanecer de mañana, así que, las esperanzas se mantienen.

Cenamos en el mismo hotel y nos relajamos en la cabaña, pero como no había ni wifi ni tv decidimos recuperar el sueño perdido estos días y acostarnos pronto.

Mañana seguro que saldrá el sol.

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